Ciudad del Vaticano, 10 de septiembre de 2025
Bajo una persistente lluvia, el Papa León XIV reunió este miércoles a más de 35.000 fieles en la Plaza de San Pedro para la Audiencia General del Año Jubilar “Jesucristo, nuestra esperanza”. El encuentro estuvo marcado por un mensaje profundamente espiritual de esperanza y solidaridad.
Durante su catequesis, el Pontífice subrayó que cada grito de dolor confiado a Dios no es señal de debilidad, sino un valor que transforma el sufrimiento en esperanza. “En los momentos de silencio y oscuridad, Dios está presente. Cada dolor puede convertirse en fuerza para construir un mundo mejor”, afirmó, destacando que un clamor sincero, dirigido al Señor, nunca es en vano.
En su resumen leído en español, el Santo Padre invitó a contemplar la muerte de Jesús en la cruz:
“Jesús no muere en silencio, sino que entrega su vida con un grito. Ese grito expresa dolor, abandono, fe y ofrenda total. El Hijo, que siempre ha vivido en comunión íntima con el Padre, experimenta ahora el silencio y la ausencia. Pero ese grito no es de desesperación, sino de sinceridad y verdad, y revela una profunda confianza que resiste aun cuando todo calla”.

El Papa destacó que en el Crucificado reconocemos a un Dios que no permanece distante, sino que entra hasta lo más profundo del sufrimiento humano, transformándolo en esperanza y vida nueva. Añadió que ese grito de Jesús es también un acto extremo de oración y humanidad, una muestra de que el clamor puede ser una forma de dirigirse a Dios cuando faltan las palabras.
“En nuestras noches oscuras —dijo— aprendamos a ofrecer nuestros gritos de dolor al Padre. Son gritos de esperanza en la hora de la prueba, que nos ayudan a confiar y abrir el corazón al Dios que salva”.
Al concluir, el Pontífice animó a los fieles a no temer expresar ante Dios su dolor y sus dudas, pues incluso lo que parece un grito sin palabras puede convertirse en encuentro con la misericordia divina, capaz de cambiar las lágrimas en fuerza y el sufrimiento en un camino hacia un mundo más humano y solidario.
Desde la Diócesis de Carabayllo, motivamos a los fieles a vivir este mensaje en sus comunidades, confiando sus dolores a Dios y convirtiendo la esperanza en acción solidaria.